La Legislatura ha aprobado una polémica ley de "bienestar escolar", impulsada por el gobierno de Jorge Macri, que recibió el apoyo de todos los partidos opositores, incluyendo a Unión por la Patria. Solo los legisladores del Frente de Izquierda expresaron su rechazo a estas medidas.

En el actual contexto de crisis social, donde más del 60% de los niños sufren hambre y viven bajo la línea de pobreza, esta ley no garantiza los recursos necesarios para lograr un verdadero "bienestar escolar". Increíblemente, no se menciona a especialistas que aborden las problemáticas de salud mental y sociales que afectan a millones de niños y adolescentes. Para colmo, tampoco se asegura una alimentación adecuada ni se ofrece apoyo a aquellos que enfrentan situaciones de violencia o abuso. Es un truco alarmante hablar de bienestar y salud mental sin los recursos necesarios para garantizarlo.

Lo que se plantea es que, sin inversiones ni profesionales capacitados, la solución al "bienestar escolar" sería capacitar a los docentes en "educación emocional" para que enseñasen a los estudiantes a "controlar" sus emociones. Esto plantea inquietantes interrogantes: ¿será culpa de los docentes si los estudiantes no logran su bienestar emocional? ¿Se les responsabilizará por la falta de recursos básicos como la alimentación y la salud mental?

En la actualidad, ya se ha comenzado a implementar esta línea en las escuelas secundarias de la reforma educativa "BA Aprende". Los docentes se ven obligados a evaluar a los alumnos en habilidades socioemocionales, como la “autorregulación”, en lugar de abordar las verdaderas dificultades que enfrentan los estudiantes. La situación se torna crítica: ¿deberíamos acompañar a los estudiantes o simplemente exigirles que controlen su angustia y emociones?

Esta ley no solo afecta la educación, sino que también cuenta con el respaldo de sectores religiosos, que han participado en las reuniones para defender esta legislación. Estos grupos proponen su versión de educación emocional, sometiendo a los estudiantes a un adoctrinamiento que ignora las condiciones estructurales que promueven problemas como la violencia y el suicidio. Es un enfoque que simplifica de manera irresponsable problemáticas complejas.

Además, el bloque de Unión por la Patria, que llegó a criticar el proyecto, se ha juntado con el gobierno, lo que resultó en cambios superficiales en la ley y un gran desinterés por manifestarse en contra. A pesar de que muchos docentes y estudiantes han levantado la voz en rechazo, la situación educativa sigue deteriorándose.

Se está viendo un desmantelamiento de la Educación Sexual Integral (ESI). Las capacitaciones relacionadas con la ESI están siendo desfinanciadas y, en muchas partes, los educadores sólo continúan gracias a sus propios esfuerzos. En CABA, muchas escuelas no recibieron materiales para implementar la ESI, mientras que la educación emocional recibe cada vez más impulso.

Las implicaciones de este cambio educativo son claras: Mientras que la ESI plantea el respeto por los derechos de los estudiantes, la educación emocional se enfoca en el control individual y la autoregulación, desconectando a los jóvenes de su realidad social. La educación emocional no debería ser la respuesta a problemas tan significativos como la violencia y el abuso que afectan a nuestros jóvenes.

Es fundamental defender la ESI y su enfoque en los derechos de los estudiantes. Necesitamos recursos y apoyo en lugar de políticas que solo buscan desviar la atención de las verdaderas problemáticas que enfrentamos. La lucha por la educación pública y la eficaz implementación de la ESI sigue vigente, y es momento de actuar para garantizar derechos básicos a nuestros estudiantes.