Una historia de separación y conexión

Doce años han pasado desde que Jorge Mario Bergoglio, conocido como el Papa Francisco, fue elegido como líder de la Iglesia Católica. Durante ese tiempo, su única hermana, Mariela, ha permanecido en un delicado estado de salud en Buenos Aires, lo que transformó una posible cercanía en una distancia emocional y física.

La conexión entre Elena y Francisco

María Elena Bergoglio, de 76 años, o "Mariela" para los amigos, ha compartido una relación especial con su hermano. A pesar de la diferencia de edad y de vivir separados, se comunicaban semanalmente, intercambiaban cartas y disfrutaban de almuerzos familiares. Sin embargo, todo cambió en marzo de 2013 cuando Francisco se convirtió en el primer papa americano, dejando atrás la rutina familiar.

Un encuentro que nunca sucedió

Después de ser elegido Papa, las relaciones se volvieron más complejas. Aún cuando Elena anhelaba verlo y hasta renuevo su pasaporte para viajar a Roma, nunca logró concretar ese encuentro. Las múltiples crisis políticas en Argentina y su frágil salud han mantenido a Elena lejos del Papa, quien no ha regresado a su tierra natal desde que asumió al trono de San Pedro.

Decisiones dolorosas y sacrificios

La decisión de no regresar a Argentina ha sido emocionalmente devastadora. Francis fue criticado en ocasiones por lo que algunos consideraron una desconexión con su país, aunque él también ha pagado el precio de la distancia familiar. En su pontificado, nunca pudo volver a ver a su hermana, una renuncia que muchos consideran el mayor sacrificio que ha hecho por su vocación.

Un símbolo de amor en la distancia

En 2019, un gesto emotivo ayudó a acortar la brecha: un amigo en común le llevó una escultura de una mano femenina a Francisco, con un mensaje conmovedor de Elena. Ese símbolo permaneció en su escritorio, recordándole que, a pesar de la distancia, siempre estarían unidos.

Un legado eterno

El 21 de abril de 2023, al enterarse del fallecimiento del Papa, José Ignacio, hijo de Elena, fue a consolar a su madre. En medio del duelo, ella encontró paz sabiendo que su hermano ya no sufría. La admiración entre ellos fue mutua, destacando una conexión que, a pesar de la distancia física y emocional, permaneció intacta hasta el final.