En los últimos meses, Rusia ha intensificado sus ataques con drones no tripulados contra Ucrania, llevando la violencia a niveles alarmantes. Según un análisis de datos de CNN, el número de ataques ha escalado dramáticamente, pasando de unos 400 en mayo de 2023 a más de 2,400 en noviembre de ese mismo año.

A partir de diciembre, se registraron al menos 1,700 ataques, mostrando una clara escalada en la ofensiva. Los drones no tripulados, especialmente los de visión en primera persona (FPV), se han vuelto esenciales en conflictos modernos debido a su bajo costo y versatilidad. Estos dispositivos son utilizados tanto por las fuerzas rusas para llevar a cabo su invasión como por las tropas ucranianas para contrarrestar esta ofensiva.

Investigaciones recientes han revelado detalles escalofriantes sobre una fábrica secreta en la zona económica especial de Alabuga, en Tatarstán, que ha aumentado su producción de drones de ataque y vigilancia de diseño iraní. La planta ha estado utilizando componentes de origen chino y ha estado contratando mano de obra poco calificada, incluyendo adolescentes rusos y mujeres africanas, según fuentes de inteligencia ucraniana.

Uno de los aspectos más insidiosos revela que la fábrica también produce miles de drones “señuelo”, diseñados para confundir las defensas adversarias. La expansión de la planta ha sido acompañada por un aumento en la seguridad, sugiriendo que Rusia busca proteger este valioso recurso. Las imágenes satelitales muestran la construcción de nuevos edificios que probablemente están destinados a fortalecer las operaciones militares.

En 2023, se reveló un acuerdo entre Rusia e Irán por 1,750 millones de dólares para producir drones Shahed en el país, evidenciando una colaboración militar que ha crecido desde el inicio del conflicto. La planta de Alabuga se ha convertido en el principal sitio de producción de estos drones en Rusia, y se estima que ya han sobrepasado la cifra de 8,498 drones fabricados.

Expertos han advertido que los drones de Alabuga presentan un nuevo desafío para las defensas ucranianas. Conocidos como “Gerbera”, estos dispositivos tienen un costo de producción significativamente menor que los drones Shahed, lo que multiplica la capacidad de Rusia de saturar el campo de batalla con objetivos falsos y reales, dificultando la tarea de las fuerzas ucranianas.

Desde la perspectiva internacional, el involucramiento de empresas chinas ha levantado preocupaciones, ya que se ha reportado que más de 34 compañías han colaborado con la fábrica de Alabuga. Estas han proveído equipos y tecnología, lo que provoca un desequilibrio en el campo de batalla y podría tener implicaciones graves en la guerra.

A medida que la guerra continúa, la rápida producción de drones por parte de Rusia en Alabuga plantea una nueva y desafiante fase en el conflicto, llevando el avance militar a niveles sin precedentes. ¿Hasta dónde llegará esta nueva carrera armamentista y cuál será su impacto en el futuro de la guerra en Ucrania? La comunidad internacional sigue observando de cerca, con temores de que la situación pueda escalar aún más.