En las ciudades de Chile, un estudio de 2021 reveló que de cada 51 niños, uno vive con autismo, lo que representa alrededor del 2% de la población estudiada. Este porcentaje es considerado alarmantemente alto por los investigadores chilenos.

Además, la Encuesta Nacional de Discapacidad y Dependencia (ENDIDE) de 2022 indica que aproximadamente 44,594 adultos en el país tienen trastorno del espectro autista (TEA). Pero los datos escalofriantes no son exclusivos de Chile. Un reportaje del New York Times revela que en Estados Unidos, uno de cada 36 niños se ve afectado por este trastorno.

Este incremento en los diagnósticos plantea una pregunta inquietante: ¿es que el TEA se está volviendo más común o simplemente estamos mejorando en la detección y diagnóstico de la condición? Holden Thorp, editor de Science en el New York Times y científico autista, fue diagnosticado a los 53 años, después de décadas de síntomas que no había relacionado con el autismo. Su experiencia es un reflejo del aumento en la concientización sobre el TEA, especialmente entre niñas y mujeres, donde las señales históricamente han pasado desapercibidas.

Thorp sostiene que "el aumento de diagnósticos se debe a una mayor concientización y a una definición más amplia del autismo que incluye diversas condiciones de neurodesarrollo", destacando el cambio de paradigma en la evaluación. Durante su infancia en los años 60, el autismo se diagnosticaba a niños que tenían dificultades severas, por lo que muchos como él quedaban sin diagnosticar.

Según la Mayo Clinic, el TEA es un trastorno neurológico que afecta cómo las personas se comunican e interactúan. Puede llevar a dificultades en la comunicación social y comportamientos repetitivos. Se llama "espectro" porque incluye una variedad de síntomas y niveles de gravedad. Las señales suelen aparecer en los primeros años de vida, como la falta de contacto visual o la dificultad para responder al nombre.

Aunque no hay cura para el autismo, el tratamiento se centra en entender las necesidades individuales y ofrecer apoyo adecuado, que puede incluir terapia conductual y, en algunos casos, medicación.

Thorp menciona que la detección del TEA ha aumentado considerablemente entre personas sin discapacidad intelectual desde el año 2000. Esto es gracias a que los médicos están mejorando en la identificación de las manifestaciones del autismo, especialmente en niñas, que históricamente han sido subdiagnosticadas.

Sin embargo, surgen controversias alrededor del diagnóstico tardío en personas que parecen llevar vidas normales y exitosas. A pesar de esto, muchos postulan que incluso aquellos con síntomas leves de autismo enfrentan desafíos en la organización, la comunicación social y la percepción sensorial.

Un diagnóstico puede abrir puertas a educación especial, tratamientos especializados y adaptaciones en el entorno escolar, además de garantizar cobertura médica. Aunque existen factores ambientales que podrían contribuir al aumento de diagnósticos conectados al TEA, aún queda mucho por investigar en este ámbito.

La creciente visibilidad y discusión sobre el autismo podría ser clave para una mayor aceptación y comprensión de la condición. ¡Estemos atentos a cómo la sociedad continúa adaptándose y apoyando a quienes lo necesitan!