Ciencia

El misterioso ADN de un niño de hace 17,000 años revela secretos de la prehistoria italiana

2024-10-09

Autor: Martina

Un equipo de investigadores ha realizado un descubrimiento sorprendente en el sur de Italia, en la cueva Grotta delle Mura, ubicada en la región de Apulia. Allí encontraron los restos óseos de un niño pequeño, el único entierro documentado en la cueva, que fue cuidadosamente colocado bajo losas de roca. Este hallazgo ofrece no solo un vistazo a la vida de una antigua comunidad, sino también a las condiciones de vida y salud de sus habitantes hace 17,000 años.

La ubicación de la cueva contribuyó a la excelente conservación de los restos. Las bajas temperaturas del entorno aseguraron que los huesos del niño se mantuvieran en condiciones inusuales para un clima cálido como el del sur de Italia. Este contexto permitió a los científicos extraer y analizar ADN antiguo, brindando información fascinante sobre la vida de este pequeño.

A través de la datación por radiocarbono, se determinó que los restos del niño tienen entre 17,320 y 16,910 años de antigüedad, ubicándolo al final del último período glacial, conocido como Pleistoceno tardío. Durante este período, las comunidades humanas enfrentaron desafíos significativos en sus modos de vida, adaptándose a un mundo que comenzaba a despegar de la era glacial hacia un clima más templado.

Los análisis genéticos revelaron sorprendentes datos sobre el niño. Tenía piel oscura, aunque no tan oscura como la de las poblaciones de climas tropicales, y brillantes ojos azules, un rasgo que se ha registrado en otros cazadores-recolectores de la misma época en Europa occidental. Esta mezcla de características desafía las percepciones modernas de la apariencia de las antiguas poblaciones europeas, sugiriendo que combinaciones de piel oscura y ojos claros eran más comunes de lo que se pensaba.

Además, se identificaron condiciones médicas en el niño, incluyendo una cardiopatía congénita que pudo haber sido la causa de su muerte. Los análisis también desvelaron el parentesco cercano entre los padres del niño, probablemente primos hermanos.

El examen de los dientes del pequeño proporcionó información crucial sobre su desarrollo y salud. Las líneas observadas en sus incisivos y molares indican desafíos nutricionales y de salud antes y después de su nacimiento, que pueden estar asociados tanto a su condición cardíaca como a la nutrición insuficiente de su madre durante el embarazo.

Un hallazgo adicional fue una fractura en su clavícula, lo que sugiere que el niño pudo haber pasado por un nacimiento complicado, lo que refuerza las probables complicaciones de salud que enfrentó desde su llegada al mundo.

Los restos también aportaron información valiosa sobre el estilo de vida de los cazadores-recolectores de su comunidad. Al analizar los isótopos en sus dientes, los investigadores descubrieron que su madre probablemente residió en un área estable durante su embarazo. Esto sugiere que la comunidad a la que pertenecía podría haber tenido un estilo de vida menos nómada de lo que se había asumido, con una vida relacionada con la recolección de alimentos y actividades locales.

Owen Alexander Higgins, de la Universidad de Bolonia, explicó que estos hallazgos indican que la madre del niño formaba parte de una comunidad más sedentaria, desafiando así la concepción convencional de los grupos de cazadores-recolectores como nómadas perpetuos. Sián Halcrow, de la Universidad de Otago, añadió que la movilidad de estas comunidades prehistóricas dependía en gran medida de la disponibilidad de alimentos, lo que en un clima rico en recursos, como el del sur de Italia, podría haber permitido el establecimiento de comunidades estables durante todo el año.

El estudio del genoma del niño también aporta una visión más amplia sobre la diversidad genética y los movimientos de las poblaciones humanas en la prehistoria europea. Su ADN muestra similitudes con otros cazadores-recolectores de distintas partes de Europa, sugiriendo un grado de movilidad y mezcla poblacional mucho mayor de lo que se pensaba anteriormente.

Vanessa Villalba-Mouco, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, señala que el niño ya manifestaba ascendencia genética que se expandiría por toda Italia alrededor de 14,000 años después, indicando que la mezcla genética entre diferentes poblaciones europeas comenzó mucho antes de lo que se había documentado. Este hallazgo abre nuevas preguntas sobre la complejidad de las interacciones humanas durante un tiempo de grandes cambios ambientales.