Este viernes se agita la política brasileña con la detención de Fernando Collor de Mello, el expresidente que asumió el poder entre 1990 y 1992, al ser arrestado por corrupción y lavado de dinero en el marco de la famosa operación Lava Jato.

Los medios locales, como G1, informan que la captura tuvo lugar en Maceió, en el estado de Alagoas, justo cuando Collor se preparaba para entregarse a las autoridades en Brasilia.

La controversia no es menor, dado que este arresto llega dos años después de que Collor fue condenado a una pena de ocho años y diez meses de prisión por “corrupción pasiva y lavado de dinero.” Sin embargo, su sentencia había estado en el limbo debido a apelaciones pendientes.

El magistrado del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, decidió el jueves tirar por la borda las últimas defensas de Collor. Según el juez, los intentos de sus abogados solo buscaban dilatar el proceso y esquivar la cárcel.

La condena se fundamenta en la participación del exmandatario en un esquema de sobornos relacionado con BR Distribuidora, una filial de Petrobras. Se alega que recibió la asombrosa suma de 4 millones de dólares a cambio de facilitar contratos irregulares entre una constructora y la exfilial de la petrolera estatal.

Aunque el juez Edson Fachin había propuesto inicialmente una pena de hasta 33 años de prisión, la Corte redujo la sentencia final.

En 2023, Fachin destacó que el entonces senador utilizó su influencia política para asegurar nombramientos clave en el directorio de BR Distribuidora, permitiendo así que prosperaran contratos beneficiados.

Este caso no solo refleja la corrupción en las altas esferas del poder en Brasil, sino que también añade un nuevo capítulo en la saga de Lava Jato, revelando cómo incluso los líderes más poderosos pueden caer en las redes de la justicia.