El pasado fin de semana, la historia de Siria dio un giro inesperado cuando grupos rebeldes lograron derrocar al régimen de Bashar al-Assad después de un operativo increíble de 11 días. Este asombroso movimiento culminó con la huida del entonces presidente hacia Rusia.

La ofensiva fue liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo rebelde que alguna vez estuvo vinculado a Al Qaeda bajo el nombre de Frente Al Nusra. Su primera gran victoria fue la captura de Alepo, la ciudad más grande y estratégica de Siria, lo que fue solo el inicio de una serie de éxitos.

A medida que las tropas rebeldes progresaban, tomaron rápidamente otras ciudades clave como Hama y Homs, hasta llegar a Damasco, donde entraron el domingo 8 de diciembre sin encontrar resistencia, ya que las fuerzas gubernamentales huyeron en desbandada.

Al Assad, en un giro dramático, se exilió en Rusia justo antes de que los rebeldes tomaran la capital, donde él y su familia recibieron asilo, según informes del Kremlin. Este evento se produce 13 años después del inicio de la devastadora guerra civil siria, que comenzó en 2011.

A lo largo de este conflicto, el régimen de Al Assad había contado con el apoyo crucial de aliados como Irán y Rusia. Sin embargo, este apoyo ha mostrado signos de debilitamiento en los últimos tiempos. Rusia ha estado inmersa en su propia crisis debido a la invasión de Ucrania, que comenzó en febrero de 2022, y, por su parte, Irán se ha visto envuelto en enfrentamientos con Israel en medio del conflicto entre Israel y Hamas, lo que ha generado múltiples frentes de combate en la región.

Expertos internacionales apuntan a que estas circunstancias han limitado la asistencia de Moscú y Teherán al gobierno de Al Assad, haciendo del régimen un blanco más accesible para las fuerzas opositoras. Emile Hokayem, analista del International Institute for Strategic Studies (IISS), subrayó que el propio régimen de Al Assad "estaba tan fracturado como la oposición en el pasado."

Hokayem también destacó que la situación kurda y el resurgir del ISIS en el este de Siria han creado un panorama complicado. La identidad del país ha estado unida a Al Assad, pero esta situación fue uno de los factores que llevaron a su caída. Según el especialista, el establecimiento de una oposición unificada surge de la necesidad de enfrentar a un enemigo común. Sin embargo, esto ha llevado nuevamente a una lucha interna por el poder y la legitimidad, caracterizada por divisiones que no se han resuelto.

El derrocamiento de Al Assad se ha interpretado como un triunfo geopolítico para Turquía, quien ha apoyado a los rebeldes, aunque Hokayem aclara que Turquía no está asociada directamente con HTS, sino que patrocina al Ejército Nacional Sirio (SNA).

A pesar de que el liderazgo de HTS, Abu Mohammed al Jawlani, ha renegado del extremismo, el grupo sigue siendo considerado terrorista por Estados Unidos. Según Hokayem, la captura de Damasco no fue un plan premeditado por Turquía, sino una serie de acontecimientos que sorprendieron incluso a los rebeldes.

Finalmente, aunque Al Assad sigue asilado en Rusia, Hokayem advierte que “la guerra aún no ha terminado”. La reciente caída de Damasco no ha terminado con los combates, ya que el norte de Siria sigue siendo un campo de batalla entre el SNA y las fuerzas kurdas. Además, las antiguas milicias de Al Assad están reagrupándose en la costa y podrían representar una nueva amenaza.

"Las ciudades pueden haberse liberado, pero la posibilidad de violencia y conflicto sigue presente", concluyó el analista, sugiriendo que Siria podría enfrentar una nueva fase de inestabilidad.

Una recreación de su escape a Rusia, realizada por AiTelly en su canal de YouTube, muestra gráficamente la tensión y el desenlace dramático de estos eventos.