Ciencia

La increíble historia de Jo Cameron: la mujer que jamás siente dolor ni miedo

2024-11-24

Autor: Benjamín

Jo Cameron abrió el horno y un cálido aroma llenó su cocina. Pero en el aire también flotaba un ligero olor a quemado. Al revisar su brazo, notó una parte de la piel enrojecida. Sin embargo, no sintió nada. Situaciones como esta eran algo común en su vida. Cortes, quemaduras, golpes... Ninguno de estos incidentes le dejaba huella. Durante más de 60 años, Jo pensó que esto era completamente normal.

Su vida, marcada por una alegría infinita y un carácter optimista, transcurría plácidamente en Whitebridge, un pequeño pueblo cerca de Loch Ness, Escocia. Todo cambió a los 65 años, cuando decidió visitar a un médico ya que su cadera comenzó a fallar. “Era algo extraño. No sentía dolor, pero sabía que algo no estaba bien”, contó en una ocasión. Una radiografía reveló un severo daño: su cadera estaba desgastada por la osteoartritis. Sorprendentemente, ella no había experimentado ningún malestar. Los médicos quedaron estupefactos ante su caso.

El siguiente paso fue una cirugía de reemplazo de cadera. Para la mayoría de los pacientes, esta operación implica semanas de recuperación dolorosa; sin embargo, Jo no pidió ningún analgésico. El Dr. Devjit Srivastava, anestesista de Jo, revisó su historial médico y se dio cuenta de que nunca había solicitado medicamentos para el dolor, ni siquiera después de intervenciones quirúrgicas anteriores. Esto llevó al equipo médico a remitirla a expertos en genética en el University College London.

El equipo, liderado por el Dr. James Cox, pasó años estudiando su ADN y descubrió dos mutaciones únicas en su genoma. Una de ellas afectaba al gen FAAH, que regula la percepción del dolor, mientras que la otra implicaba un segmento considerado previamente como ADN “basura”. Este último modulaba la actividad del gen FAAH, casi desactivándose por completo en el caso de Jo. Así, la ausencia de dolor físico y ansiedad quedó explicada.

Con estos nuevos conocimientos, Jo comenzó a reevaluar episodios de su vida. Los partos que describía como experiencias agradables contrastaban enormemente con las historias de dolor y sufrimiento que contaban otras mujeres. Incluso un accidente automovilístico que para muchos habría sido traumático no la afectó en absoluto. “No siento esa reacción. No es valentía, simplemente no ocurre en mi cuerpo”, explicó.

La investigación también reveló que su condición influye en su capacidad de cicatrización. Su cuerpo se regenera de manera inusualmente rápida, lo que le permite sanar heridas sin dejar cicatrices. Este proceso se debe a la activación de cientos de genes relacionados con la reparación celular. Entre ellos, el BDNF, relacionado con el bienestar emocional, y el ACKR3, que regula los opioides naturales del cuerpo.

En una entrevista, Jo recordó que su cadera estaba irreparable cuando buscó ayuda médica, simplemente porque no sentía que algo estuviera mal. “El dolor tiene un propósito. Es una advertencia. Sin él, es fácil ignorar problemas que podrían ser graves”, reflexionó.

Los científicos, entusiasmados por su caso, empezaron a investigar cómo su genética podría ser de ayuda a otros. La tecnología CRISPR-Cas9 ha facilitado la réplica de los efectos de su mutación en células humanas, abriendo un camino prometedor hacia nuevas alternativas para tratar el dolor crónico, la ansiedad y mejorar la cicatrización de heridas. El Dr. Andrei Okorokov describió el gen FAAH-OUT como un “territorio inexplorado” con un potencial increíble para revolucionar la medicina.

Mientras la ciencia avanza, Jo sigue llevando una vida tranquila y sencilla junto a su esposo, disfrutando de la cocina y cuidando su jardín cerca de Loch Ness. El Dr. Cox y su equipo consideran que el caso de Jo es solo el comienzo de una nueva frontera en la biología del dolor. Los descubrimientos derivados de su mutación podrían beneficiar a millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, Jo no se siente diferente; para ella, su vida sigue siendo la misma. Agradece que su condición pueda contribuir al bienestar de otros, pero no cambiaría nada de su existencia.