La nueva meta que revoluciona el paradigma del bienestar
2024-12-25
Autor: Sofía
Cuando Marilyn Monroe afirmaba que la felicidad reside dentro de uno y no al lado de alguien, intentaba subrayar que alcanzarla es un proceso de plenitud personal. Aunque su declaración resultó sabia, en la práctica no la ayudó a manejar sus propios conflictos internos. Rita Hayworth, otra estrella de Hollywood, expresaba una verdad similar: “Todos los hombres que conozco se han enamorado de Gilda y han despertado conmigo”, lo que enfatiza la importancia de la esencia personal sobre la imagen externa.
La feroz búsqueda de la felicidad, que muchas veces se exhibe como un objeto de estudio en la vida de las celebridades, resalta las realidades diarias de los mortales comunes. Desde el siglo XIX, la felicidad ha sido considerada como uno de los objetivos más perseguidos, definible de muchas maneras y su tendencia ha crecido considerablemente, especialmente con la relevancia de países como Canadá, Australia, Francia y el Reino Unido, junto a la Organización de Naciones Unidas, que han integrado el bienestar de la población en sus políticas.
La revolución comenzó en 1972 con Jigme Singye Wangchuck, el rey de Bután, quien introdujo el concepto de Felicidad Nacional Bruta en lugar del Producto Interno Bruto (PIB), buscando alinear las políticas económicas con valores budistas. Con la colaboración de especialistas canadienses, desarrolló cuatro métricas para medir la felicidad: desarrollo sostenible, preservación cultural, conservación del medio ambiente y buenas prácticas de gobierno. Bután se volvió un modelo a seguir, pero a medida que esta tendencia crecía, los expertos comenzaron a replantear la búsqueda de la felicidad como una meta primordial, sustituyéndola por algo más profundo: la serenidad.
Según un estudio reciente de Ipsos, la percepción de felicidad ha aumentado desde el pico de la pandemia, alcanzando un 71% en 30 países, aunque sigue siendo inferior al 77% de 2011. En 2024, los Países Bajos se prevén como el país más feliz, con un 85% de su población considerándose feliz. En el otro extremo, Hungría y Corea del Sur se sitúan con un 48% de felicidad. Por otro lado, Finlandia sigue siendo reconocida como la nación más feliz del mundo, según encuestas de Gallup.
Pero, ¿qué es realmente la felicidad?
El dilema radica en definir la felicidad. Tal Ben-Shahar, renombrado investigador de Harvard, sostiene que este concepto es un mito. Tras años de investigación, propuso que la felicidad se compone de cinco elementos: bienestar físico, emocional, social, espiritual e intelectual. En lugar de ser una meta de alegría constante, sugiere que la felicidad es una búsqueda de equilibrio y disfrute del momento presente. Según Robert Waldinger, profesor de psiquiatría en Harvard, la felicidad ha sido considerada el objetivo supremo por demasiado tiempo, asemejándose a buscar el final del arcoíris; siempre se aleja mientras intentamos alcanzarla.
El consumismo ha influido en nuestra percepción de la felicidad, llevando a una acumulación constante de bienes y experiencias. Morten L. Kringelbach, experto en neurociencias, apunta que este enfoque hace que la felicidad se convierta en algo inalcanzable, dado que el mercado nunca está satisfecho con lo que tenemos. La felicidad es presentada como un estado efímero que no puede mantenerse a largo plazo, ya que la mente se adapta rápidamente a cualquier punto máximo que alcanzamos.
Sin embargo, la última década ha traído nuevas perspectivas sobre la felicidad. Investigadores como José Ramón García Guinarte y Shahar Lev-Ari apuntan a que la felicidad es una percepción compleja que involucra muchos estímulos y reacciones emocionales. Proponen que la felicidad puede clasificarse en tres categorías: placer anticipado, alivio del deseo y una sensación más profunda de bienestar, la paz interior.
Prácticas para alcanzar la paz mental
Ben-Shahar sugiere prácticas diarias que pueden ayudar a mantener la calma mental, como:
1. Recordar al final del día tres cosas positivas.
2. Ver los eventos desde diferentes perspectivas para obtener una nueva comprensión.
3. Reflexionar sobre preocupaciones y si son controlables o no. En caso de no serlo, aprender a dejarlas ir.
4. Agradecer situaciones específicas que nos traen alegría en momentos cotidianos.
5. Encontrar un tiempo para la meditación o caminar en un parque.
La psicología positiva ha ampliado el estudio de la paz mental y la serenidad, que a menudo se confunden con la felicidad. Ahmad Rusdi, especialista en psicología, observa que el término serenidad abarca una diversidad de significados, haciéndolo un tema más complejo de investigar. Al final, la felicidad asociada a la cultura de consumo puede llevar a una insatisfacción crónica, ya que siempre buscamos más.
Uno de los enfoques más inspiradores proviene de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) de Steven C. Hayes, que enfatiza centrarse en lo que podemos cambiar y abandonar la lucha por lo inalcanzable. Hayes destaca la importancia de identificar y adherirse a nuestros valores personales. La base de la plenitud radica en vivir en el presente, priorizando lo que realmente importa en la vida.
En pocas palabras, la serenidad puede considerarse un estado de felicidad más constante y realista. El camino hacia un bienestar duradero radica en encontrar satisfacción no en los picos de euforia sino en el cultivo de momentos de calma y paz. Como bien dice Guillaume Apollinaire, a veces es mejor detener la búsqueda de la felicidad y simplemente ser, disfrutando de los momentos que ya tenemos.