Cuando el cuerpo de Raiele da Silva Santos, de 26 años, fue hallado en Cuiú-Cuiú, una de las minas en Itaituba, Brasil, ya habían pasado tres días desde su desaparición. Su muerte ha causado un impacto profundo en una comunidad donde la violencia hacia las mujeres trabajadoras es omnipresente.

Raiele, madre de dos hijos y proveniente de una familia de mineros, había vivido en Cuiú-Cuiú por aproximadamente cuatro años. Su desaparición pasó desapercibida hasta que un olor nauseabundo alertó a sus vecinos. "Siempre hemos visto este problema, pero nunca pensé que le pasaría a mi familia", lamenta su hermana, Railane.

La violencia contra las mujeres en las actividades mineras no es un caso aislado. En el último año, Luciana do Nascimento, amiga de Raiele, fue brutalmente asesinada en circunstancias similares, lo que evidencia un patrón aterrador en esta región. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), las mujeres expuestas a la minería enfrentan una violación sistemática de sus derechos.

En la última década, la minería de oro en Brasil ha crecido exponencialmente, especialmente en la Amazonía, impulsada por la crisis económica y las políticas laxas de control durante el gobierno de Jair Bolsonaro. Este fenómeno ha duplicado el territorio destinado a la minería de oro en la región, pero ha incrementado paralelamente la inseguridad y la violencia en estos lugares.

La explotación sexual y la prostitución son comunes en los alrededores de las minas. Muchas mujeres, atraídas por la promesa de una vida mejor, se ven obligadas a arriesgarse a ser víctimas de violencia y abuso. Después de una exhaustiva investigación, BBC News Brasil recorrió el día a día de estas mujeres, quienes a menudo narran historias de traumas y omisiones.

Dayane Leite dos Santos, una mujer que comenzó a trabajar en las minas a los 12 años, recuerda su primer encuentro trágico con la violencia, cuando una amiga fue asesinada frente a ella. Desde entonces, su vida ha estado marcada por el temor y la supervivencia. A pesar del riesgo, Dayane ha alternado entre la minería y la ciudad, buscando sustentar a sus hijos.

Por su parte, Natalia Souza Cavalcante se convirtió en propietaria de un cabaret en el área minera. Su historia, considerada un ejemplo de 'emprendimiento femenino', resuena en una comunidad donde las mujeres son a menudo vistas como objetos. Aunque ella trabaja para mejorar su situación, Natalia también es consciente de las implicaciones éticas de alentar a otras mujeres a participar en este estilo de vida.

La ONUDD destaca que la naturalización de estas violencias complica la respuesta de las autoridades. Las instituciones a menudo ven a las mujeres en situaciones de prostitución como si estuvieran allí por elección, ignorando el contexto de vulnerabilidad y coerción que experimentan.

Los casos recientes de Raiele y Luciana han desatado una ola de protestas en busca de justicia y visibilidad para las luchas de las mujeres en la minería. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, la violencia sigue formando parte del tejido social en estas comunidades vulnerables.

Un factor que perpetúa este ciclo de abuso es la falta de opciones educativas y laborales. Muchas de las mujeres que se sienten atrapadas en el ciclo de la prostitución y la minería provienen de comunidades con escasas oportunidades. "No quiero esta vida para mis hijos", declara Railane, quien sueña con un futuro mejor para la próxima generación.

La violencia y la explotación en las minas de la Amazonía son realidades que no solo afectan a las mujeres involucradas sino a toda la comunidad. Se requiere un enfoque multifacético que incluya no solo la creación de oportunidades económicas, sino la implementación de estrategias efectivas de protección y educación para desmantelar estos sistemas de abuso y violencia. La historia de Raiele y la lucha de su familia es un llamado a la acción para todas aquellas personas y organizaciones que buscan un cambio real en la vida de estas mujeres valientes.