Tecnología

Soy estudiante de último año de colegio y esto es por lo que deberían prohibir los celulares en las escuelas

2024-10-08

Autor: Santiago

Al inicio del año escolar, cuando mis amigos y yo entramos al aula, nuestra maestra nos pidió que guardáramos nuestros teléfonos en una caja de plástico negra que estaba sobre un viejo escritorio al lado de la puerta. Esta regla de entregar los móviles durante la clase es parte de las políticas de la escuela, y mis docentes siempre la mencionan al comienzo del año. Sin embargo, en años anteriores, la mayoría de los profesores olvidaban esta norma después del tercer período, pero este año fue diferente: la política se mantuvo firme desde el primer día y ha seguido siendo estricta.

Curiosa, le pregunté a mi profesora de latín por qué estaban siendo tan inflexibles con el uso de teléfonos. Me explicó que durante el verano, muchos maestros leyeron el libro del psicólogo social Jonathan Haidt, titulado “La generación ansiosa: cómo la gran reconfiguración de la infancia está causando una epidemia de enfermedades mentales”. Haidt argumenta que la dependencia del smartphone ha generado problemas mentales en los jóvenes, dejándolos mal preparados para enfrentar la vida. Este mensaje resonó con los docentes de mi escuela, que ahora se toman enserio la prohibición de los celulares.

El problema no se limita solo a nuestra escuela; un estudio realizado por el Pew Research Center reveló que alrededor del 72% de los profesores de secundaria en Estados Unidos consideran que la distracción causada por el uso de teléfonos móviles en clase es un problema significativo. A medida que más estados promueven leyes para restringir el uso de celulares en las escuelas, muchos distritos escolares han comenzado a imponer prohibiciones similares. Incluso en Inglaterra y Grecia, se están implementando restricciones sobre el uso de dispositivos móviles en las aulas.

Los datos demuestran efectivamente que el uso de smartphones afecta negativamente a los adolescentes. Personalmente, admiro que mi escuela esté abordando este desafío, aunque desearía que fuese más fácil desconectarse. A menudo me he sentido atrapada en un ciclo de ‘doomscrolling’, donde el estrés por perder mi tiempo frente a la pantalla me lleva a sumergirme más en las redes sociales.

Desde que adquirí mi primer smartphone a los 13 años, he utilizado TikTok, una aplicación que me absorbió tanto que me costó dejarla. No lo hice por el tiempo que pasaba en ella, sino más bien, para demostrar que podía hacerlo. Al eliminar TikTok, noté un cambio positivo en mi bienestar; pasé a involucrarme en hobbies más tradicionales como coser y pintar.

Sin embargo, no todo fue fácil. Después de eliminar TikTok, empecé a perderme en otras redes, como Instagram, que me lleva a pensar más en lo que podría publicar que en lo que realmente sucede a mi alrededor. La necesidad de cuantificar y proyectar mis experiencias en línea se siente casi indispensable en la cultura juvenil actual.

Además de las redes, requerimos teléfonos para mantenernos conectados. Desde chats grupales de clase que nos informan sobre horarios y eventos hasta mensajes de trabajo, los móviles son indispensables en nuestra vida cotidiana. De igual forma, mi escuela se enfrenta a otros retos, como la transición a libros de texto físicos en lugar de eBooks, lo que, aunque necesario, añade una carga adicional para los estudiantes que ya enfrentan complicaciones con el uso de móviles.

A pesar de la prohibición de los celulares, el ambiente escolar sigue estando profundamente arraigado en la tecnología. A menudo me pregunto cómo es posible llevar a cabo una vida escolar sin un smartphone, y aunque mi madre vivió en una época sin estas herramientas, es difícil imaginarlo ahora. Su respuesta: carteles hechos a mano y anuncios en persona, algo que suena casi nostálgico.

Quizás la clave para manejar el problema de los celulares sea buscar un equilibrio. Mientras continúo haciendo ajustes en mi uso, como limitar mi tiempo en Instagram y centrarme en lo que realmente importa en la vida real, sé que es un desafío continuo. En definitiva, aunque dejar de usar el teléfono no es una solución realista en el contexto actual, encontrar maneras saludables de gestionar nuestro tiempo en línea puede ser el camino a seguir.