Uno de los pilares de las relaciones entre Alemania y Estados Unidos ha sido la promesa de defensa mutua a través de la OTAN. Sin embargo, con la posible reelección de Donald Trump, la seguridad alemana se enfrenta a nuevos desafíos. Durante su mandato anterior, Trump cuestionó constantemente el compromiso de Alemania con el gasto en defensa, argumentando que la nación debía pagar "enormes sumas" a la OTAN. Esto planteó dudas sobre el futuro respaldo de Estados Unidos en caso de amenaza externa.

El nuevo ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, ha expresado la necesidad urgente de que los europeos asuman una mayor responsabilidad por su propia defensa, sugiriendo que es hora de un "reparto justo de la carga". Con un ejército compuesto por aproximadamente 180.000 soldados mal equipados, Alemania podría encontrarse en una posición vulnerable si no se toman medidas decisivas, especialmente con la afirmación de Trump de que la defensa de Europa responsabilidad de Europa.

El gasto en defensa alemán ya alcanzó el 2% del PIB por primera vez en décadas, gracias a un fondo especial de 100 mil millones de euros tras la invasión rusa de Ucrania. Sin embargo, este presupuesto está destinado a agotarse entre 2026 y 2027, lo que plantea un dilema sobre cómo Alemania y la OTAN enfrentarán esta carencia. Sin una inversión sostenida, el país podría no cumplir con las expectativas de sus aliados, lo que podría arriesgar su protección bajo el paraguas de la OTAN.

Además, el apoyo militar a Ucrania es otro tema candente en estas circunstancias. Con Trump al mando, hay preocupaciones sobre la continuidad de la asistencia estadounidense, dada su tendencia a negociar acuerdos apresurados. La experta en seguridad Ulrike Franke ha destacado que el enfoque de Trump hacia la OTAN podría debilitar la confianza entre los aliados, fundamentales para la estabilidad europea.

Sin duda, la reelección de Trump podría reconfigurar la estrategia de defensa de Europa y generar un impacto duradero en la seguridad de Alemania. Las elecciones anticipadas en Alemania el 23 de febrero podrían influir en la dirección política del país, y los líderes europeos deben prepararse para actuar con rapidez ante una situación cada vez más incierta. La pregunta que queda en el aire es: ¿Está Alemania lista para enfrentar este nuevo clima de inestabilidad, o necesita un nuevo enfoque radical para asegurar su futuro?