En el cuarto episodio de ‘Morir por sexo’ (disponible en Disney+ en España), un personaje le elogia a Molly, la protagonista de la serie, diciendo que tiene una mirada hipnótica. Molly está enfrentando una etapa terminal de cáncer y, en un acto audaz de autodescubrimiento, decide dejar a su novio y explorar su sexualidad de una manera completamente nueva, teniendo citas con extraños en un intento de experimentar el sexo como nunca antes lo había hecho. Esta premisa evoca la combinación de ‘The Big C’ y ‘Shortbus’, tocando temas de vida, amor y la búsqueda de conexiones auténticas en momentos de crisis.

Cuando ese personaje comenta sobre los ojos de Molly, me encontré murmurando: 'Por supuesto, es Michelle Williams; es imposible no dejar de mirarla'. Su actuación en la serie es simplemente cautivadora. Recientemente escuché a Jack Thorne, co-director de ‘Adolescencia’, citar una famosa frase que se le atribuye a Hitchcock: 'El diálogo solo son las palabras que dicen los actores mientras sus caras cuentan la historia'. Aunque no comparto completamente esta visión, ya que creo en la importancia de los diálogos y los matices en una historia, no puedo evitar recordar esta frase mientras disfrutaba de la profunda expresión de Michelle Williams a lo largo de la serie. Su talento logra convertir personajes que, en el papel, parecen unidimensionales en seres llenos de matices y profundidad.

Desde su icónico papel como Jen en 'Dawson's Creek' a finales de los 90, pasando por su impresionante interpretación de Gwen Verdon en 'Fosse/Verdon', hasta el actual desafío que presenta en ‘Morir por sexo’, Williams siempre ha sabido inyectar vida y complejidad a sus personajes. Un vistazo más profundo a su trayectoria revela la habilidad que tiene para capturar las luchas humanas, exudando autenticidad y resonancia en cada actuación. No puedo evitar pensar que su interpretación en esta serie podría brindarle nuevas oportunidades y consolidar aún más su estatus como una de las actrices más versátiles de nuestra época.