Salud

Noelia Martínez, bióloga molecular: “La gente toma fármacos cuando enferma, pero ahora se lo plantea para adelgazar cinco kilos”

2024-12-03

Autor: Laura

A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado la lucha contra el hambre, pero la industrialización ha cambiado drásticamente esta realidad para muchas partes del mundo. La Organización Mundial de la Salud ha revelado que el número de personas con obesidad se ha duplicado desde 1990, alcanzando casi los 900 millones en la actualidad. Este fenómeno está vinculado no solo a la pobreza, que incrementa el riesgo de sobrepeso, sino también a trastornos hormonales en el organismo, como los relacionados con la leptina, que pueden llevar a las personas a comer aún cuando su cuerpo ya no necesita alimento.

Noelia Martínez, una destacada investigadora de 40 años originaria de Santiago de Compostela, trabaja en la Universidad de Oxford en uno de los equipos que explora en profundidad los mecanismos subyacentes de la obesidad. “Es un error pensar que la obesidad solo afecta a quienes llevan un estilo de vida sedentario. Si bien esos hábitos contribuyen a la acumulación de peso, hay factores genéticos y metabólicos que juegan un papel crucial”, comenta la investigadora del Centro de Oxford para la Diabetes, Endocrinología y Metabolismo (OCDEM).

En sus estudios, Martínez ha encontrado que, a través de experimentos con ratones, una dieta alta en grasas y azúcares desregula los ritmos biológicos internos, como el que regula el hígado. Este desajuste puede llevar a una ingesta excesiva de alimentos, ya que el cerebro recibe señales erróneas sobre cuándo y cuánto comer.

"Los hábitos alimenticios y la actividad física son fundamentales, pero es esencial también mantener una buena relación con la comida. El estrés puede llevar a algunas personas a comer en exceso, lo cual es un tema que su investigación aborda", explica.

Martínez también investiga cómo el sistema nervioso interactúa con los órganos metabólicos y cómo una dieta inapropiada puede generar un estado de toxicidad en el cuerpo, alterando la expresión de ciertos genes que regulan el apetito. Con dietas ricas en grasas, tanto en ratones como en humanos, se ha observado un aumento de leptina, la hormona que indica al cerebro que detenga la ingesta. Sin embargo, el exceso de grasa puede saturar este mecanismo, lo que conduce a un aumento insaciable del deseo de comer.

No obstante, la bióloga subraya la importancia de un enfoque integral: “No es solo dieta y ejercicio, sino entender la comunicación entre nuestros órganos y nuestro cerebro”, indica. Es posible que en el futuro podamos desarrollar fármacos que permitan al hígado responder de forma más eficiente a la grasa, eliminándola en lugar de acumularla. Actualmente, muchos tratamientos intentan estimular el sistema nervioso simpático, pero esto conlleva efectos secundarios indeseados como taquicardias, lo que hace necesario seguir investigando.

Además, es crucial adoptar un estilo de vida saludable que incluya una buena alimentación, ejercicio regular y un sueño reparador para aumentar la flexibilidad metabólica de nuestro cuerpo. Martínez advierte que, aunque los fármacos pueden ser útiles en casos extremos de obesidad, las soluciones más efectivas siempre estarán en nuestras manos a través de nuestras elecciones diarias.

En un giro interesante, la investigadora señala el creciente interés de algunas personas en tomar medicamentos para perder peso sin tener obesidad, solo para bajar unos pocos kilos. Esto plantea un dilema médico y ético, dado que el riesgo que asume una persona delgada no es el mismo que el de alguien con sobrepeso o con problemas metabólicos serios. La búsqueda de equilibrio en la salud se convierte en un camino y, potencialmente, en un desafío personal que abarca no solo la alimentación, sino también la mentalidad y la relación que cada uno tiene con su propio cuerpo.

Por último, Martínez menciona la necesidad de atender a los ritmos circadianos, ya que estos influyen en el metabolismo. Las alteraciones en estos ritmos pueden desencadenar problemas de salud graves, como el hígado graso o la diabetes, por lo que es fundamental prestar atención no solo a lo que comemos, sino también a cómo y cuándo lo hacemos. En resumen, la batalla contra la obesidad requiere un enfoque colaborativo que combine ciencia, psicología y, sobre todo, un compromiso con un estilo de vida saludable.