Salud

¿Por qué ya no toleramos el dolor? Descubre la inquietante verdad

2024-11-25

Autor: María

El dolor ha sido una constante en la experiencia humana a lo largo de los siglos, tanto físico como emocional. En su ensayo Antropología del dolor, publicado en 1995, el sociólogo francés David Le Breton explora cómo nuestras percepciones del dolor han cambiado drásticamente debido a factores históricos y socioculturales. Debido a los avances en farmacología, hoy en día contamos con medicamentos extremadamente eficaces que pueden eliminar o reducir drásticamente el dolor. Sin embargo, Le Breton advierte que este progreso ha llevado a que la sociedad desestime el sufrimiento como algo inevitable y natural en la vida.

Antes, las personas toleraban el dolor por diferentes razones culturales y sociales, pero ahora estamos viendo un alarmante aumento en el consumo de analgésicos y otros medicamentos. Estudios recientes sugieren que tras la pandemia del COVID-19, la adicción a medicamentos legales ha superado a la adicción a drogas ilegales como la heroína. Este fenómeno ha despertado graves preocupaciones en las comunidades de salud pública.

Un punto crucial que Le Breton menciona es la reducción de la tolerancia al dolor en la población actual, la cual puede vincularse a la creciente cultura de la inmediatez y la eficiencia. Vivimos en un ritmo de vida acelerado, con largas jornadas laborales y una presión constante para rendir al máximo en todos los aspectos de nuestra vida. Esto lleva a muchas personas a recurrir a sedantes y estimulantes para manejar el estrés y la ansiedad, en lugar de cultivar la paciencia y la resiliencia. Por ejemplo, el uso de ansiolíticos y estimulantes ha crecido exponencialmente.

En este sentido, la filosofía del estoicismo, que promovía la aceptación del dolor, parece haber quedado relegada. Los antiguos estoicos, como Zenón de Citio, enseñaban que aunque no podemos controlar lo que nos sucede, sí podemos controlar la forma en que lo percibimos. Esta visión contrasta agudamente con nuestra actual respuesta a la incomodidad, donde se busca erradicar el dolor casi a cualquier precio.

El uso excesivo de analgésicos comunes como el paracetamol y el ibuprofeno ha causado que muchos desconozcan los riesgos asociados con su abuso, que incluyen hemorragias digestivas y problemas renales. Además, los analgésicos opioides, que tienen un mayor potencial de adicción, han incrementado su consumo global en un 50% en la última década, lo que plantea un grave problema de salud pública.

Es esencial cuestionar nuestra relación con el dolor y la salud mental, y considerar si la solución más fácil de recurrir a medicamentos es, de hecho, la respuesta adecuada. Cada paso hacia la erradicación del dolor podría estar abriendo la puerta a nuevos y más complicados sufrimientos.