País

Valencia, un mes luchando contra el barro: "Ya no tenemos fuerza ni para protestar"

2024-11-29

Autor: David

Los habitantes de la Horta Sud valenciana siguen luchando con todas sus fuerzas para salir del infierno en el que están inmersos desde hace un mes. El 29 de octubre, el Barranco del Poyo experimentó un desbordamiento sin precedentes, dejando a su paso un panorama de muerte y destrucción.

Desde aquel trágico día, los residentes han estado batallando contra el barro y el caos que esta catástrofe ha traído a sus vidas. Sin embargo, la desesperación comienza a hacerse palpable entre la comunidad. Lo que inicialmente fue un estado de conmoción ha ido dando paso a sentimientos de dolor, indignación y, en estos momentos, un profundo cansancio. La frase "estamos igual de mal, avanzamos muy poco" se ha convertido en un eco triste que resuena en cada rincón.

Jesús, un vecino de Paiporta, reflexiona sobre la situación: "Ya no tenemos fuerza ni para protestar". Después de una visita al Ayuntamiento para quejarse del alcantarillado bloqueado en su calle, donde las aguas residuales inundan su edificio causando olores insoportables y la aparición de ratas, expresa su frustración: "En un mes no han pasado ni a revisarlo".

La mejora más significativa se ha dado en la limpieza de las calles. La gruesa capa de lodo ha disminuido a una costra rojiza que cubre el suelo, aunque por más que se limpie, el barro parece resurgir constantemente, desafiando incluso a las hidrolimpiadoras. A pesar de que algunos dicen que ahora se puede caminar con más facilidad, numerosos puntos aún están plagados de barro, obligando a los vecinos a seguir usando botas de goma.

Un mes después de esta devastadora tragedia, la lucha no se detiene. La afluencia de voluntarios ha disminuido, pero hundidos en el barro, cientos de trabajadores de empresas privadas y del sector público están unidos en la tarea titánica de destaponar un sistema de alcantarillado completamente saturado. Utilizan tecnología de presión para liberar las canalizaciones subterráneas, preocupados por el riesgo de que se forme un tapón que podría solidificarse y requerir el levantamiento de las calles.

El barro se extrae a través de las alcantarillas con potentes mangueras y se almacena en grandes cisternas, las cuales son vaciadas posteriormente en el Barranco del Poyo, el mismo lugar que desencadenó esta catástrofe. Los vecinos, afectados no solo por la tragedia, sino por la indiferencia de las autoridades, comienzan a preguntarse cuándo se restablecerá la normalidad y si recibirán la ayuda necesaria para reconstruir sus vidas. Mientras tanto, continúan enfrentándose al barro, a la pobreza y a la desesperanza, luchando no solo por su hogar, sino por la dignidad que merecen.