Ciencia

¡1.329 caracoles considerados extintos regresan a Madeira! Un milagro de conservación

2025-01-06

Autor: Martina

El archipiélago portugués de Madeira se ha convertido en el escenario de un esfuerzo de conservación sin precedentes, destinado a revertir siglos de daños ecológicos. El protagonista de esta increíble historia es un pequeño caracol terrestre, del tamaño de un guisante, que se había dado por extinto. Su liberación reciente en la isla Bugio representa un hito crucial en la batalla por la preservación de la biodiversidad en este entorno insular amenazado.

La supervivencia de los caracoles en Madeira ha estado en grave peligro debido a varios factores. La introducción de especies invasoras, como cabras y roedores, ha devastado los ecosistemas locales. Las cabras consumen la vegetación autóctona y eliminan refugios vitales para los caracoles, mientras que los ratones y ratas se alimentan directamente de estos pequeños moluscos. Además, la actividad humana ha contribuido a la pérdida de hábitat, reduciendo aún más las áreas disponibles para estas especies endémicas.

Las islas Desertas, una pequeña cadena que se encuentra frente a la costa de Marruecos, han sufrido especialmente. Deserta Grande, la mayor de las islas, albergaba poblaciones de caracoles que se pensaban extintas hasta hace poco. La falta de cobertura arbórea y el terreno difícil complicaron la situación, pero el verdadero problema surgió con la llegada de depredadores y competidores ajenos al ecosistema original.

Sin embargo, la historia de los caracoles de Madeira dio un giro inesperado. Entre 2012 y 2017, investigadores del Instituto de Conservación de la Naturaleza y los Bosques (IFCN) llevaron a cabo expediciones en Deserta Grande y encontraron cerca de 200 caracoles vivos de dos especies que se creían perdidas para siempre. Este descubrimiento fue calificado como un milagro ecológico y reavivó la esperanza entre los conservacionistas, quienes llamaron a estos caracoles "especies Lázaro" en honor al personaje bíblico que resucitó.

Con este descubrimiento, comenzaron diversas iniciativas para asegurar la supervivencia de estas especies en peligro crítico. Preocupados por la vulnerabilidad de los caracoles hallados, los investigadores optaron por trasladarlos a programas de cría en cautiverio en zoológicos del Reino Unido y Francia, con el zoológico de Chester, en Inglaterra, como uno de los principales centros para estudiar y reproducir estos caracoles.

Gerardo García, director de ectotermos del zoológico, relató que no existían antecedentes sobre el cuidado de estas especies bajo condiciones controladas, lo que convertía el proceso en un auténtico experimento. Después de extensas horas de dedicación y esfuerzo, lograron criar más de 1.300 caracoles a partir de un grupo inicial de solo 60, un éxito notable que demuestra el poder de la colaboración en la conservación.

Finalmente, el momento de la reintroducción llegó. Para maximizar las posibilidades de supervivencia de los caracoles, se eligió la isla Bugio, que había sido limpiada de cabras y roedores tras intervenciones previas. Así, fueron liberados un total de 1.329 caracoles criados en cautiverio.

Antes de su liberación, los científicos marcaron sus conchas con tinta ultravioleta para monitorear su progreso y evaluar el éxito del proyecto. Este seguimiento es fundamental para entender cómo se adaptan a su nuevo entorno y si logran establecer poblaciones autosuficientes.

El retorno de estos pequeños moluscos marca un triunfo significativo para la conservación en islas. García enfatizó: “Es un gran esfuerzo en equipo, que demuestra que es posible cambiar la situación para especies muy amenazadas”. Los caracoles, aunque a menudo pasan desapercibidos, cumplen un papel crucial en los ecosistemas como recicladores naturales, aportando al ciclo de nutrientes y siendo fuente de alimento para diversas especies.

El éxito inicial en Bugio ha inspirado la planificación de nuevas liberaciones en los próximos años, con al menos cuatro más programadas en diferentes áreas de Madeira. Los investigadores continuarán monitoreando las tasas de supervivencia y ajustando sus estrategias según los resultados obtenidos, con la meta final de establecer especies autosuficientes en la isla.

Esta asombrosa historia subraya la importancia de la cooperación y la innovación en la conservación de especies en peligro y da una luz de esperanza a futuros esfuerzos por preservar la ecología de Madeira.