Consultas en una Medicina en Crisis
2024-11-25
Autor: Sofía
La Academia Nacional de Medicina ha cumplido más de 200 años desde su creación en 1822, gracias a una disposición del entonces ministro Bernardino Rivadavia. Desde su fundación, ha guiado el rumbo de la medicina en Argentina, convirtiéndose en un motivo de orgullo para la nación.
Por otra parte, la Asociación Médica Argentina (AMA), establecida en 1891, también ha sido conducida por profesionales reconocidos a nivel internacional. Sin embargo, a pesar de los logros históricos y el talento de sus médicos, el sistema de salud argentino atraviesa una etapa complicada.
Las recurrentes crisis económicas han llevado a cambios drásticos en el esquema sanitario. Lo que es aún más alarmante es que estas instituciones importantes, como la Academia y la AMA, no han sido consultadas por los gerentes del sector público y privado, reduciendo su rol a mera figura académica sin impacto real en la toma de decisiones administrativas.
Si bien reconozco el talento de los funcionarios de la Superintendencia de Seguros de Salud y del Ministerio de Salud Pública, es fundamental que los académicos con trayectoria internacional sean tenidos en cuenta. La experiencia y el conocimiento de estos profesionales podrían enriquecer y mejorar las decisiones en salud pública.
Un ejemplo claro de la desconexión actual es la advertencia de las empresas de medicina prepaga sobre la aceptación de tratamientos solo si están respaldados por documentos firmados por el ANMAT. Sin embargo, el uso de ciertas terapias, como el bevacizumab, que se utiliza endovenosamente para tratar varios tipos de cáncer, carece de indicaciones para ciertas condiciones oculares, a pesar de que su uso podría ser crucial en algunas situaciones.
En mi opinión, hay numerosos tratamientos que, aunque no estén avalados oficialmente, han demostrado ser efectivos. Un caso llamativo es el uso de la ivermectina, que se conoce principalmente como antiparasitario, pero también ha mostrado resultados prometedores en el tratamiento de la rosácea y como antivirósico.
De igual manera, el fosfato de dexametasona no está reconocido oficialmente para su uso en infecciones intraoculares junto con antibióticos, a pesar de su potencial valor terapéutico. La falta de consulta con organismos académicos que actúan como controladores de la ética profesional y que tienen lazos con organizaciones médicas internacionales crea un vacío preocupante en la toma de decisiones.
Es innegable que la Argentina cuenta con un legado médico impresionante, con figuras históricas como Argerich, Muñiz y Wilde, quienes han aportado significativamente a la medicina y al bienestar del país. ¿No sería sensato recurrir a su sabiduría en momentos críticos para el sistema de salud? ¿Hemos perdido la humildad de consultar a aquellos que realmente conocen del tema?
La realidad es que nos encontramos en una encrucijada decisiva, no solo para Argentina, sino para la misma práctica de la medicina. Es hora de que nuestras instituciones de salud dialoguen con los expertos y hagan un llamado a la unidad, donde la medicina, la ética y la experiencia se entrelacen para recuperar la calidad que alguna vez tuvo el sistema de salud argentino.