País

Los Millones de Cubillos y el Escándalo de la Universidad Iberoamericana

2024-10-09

Autor: Lucas

La educación en Chile se ha convertido en un tema candente, revelando profundas cicatrices donde el lucro y el abandono de las promesas públicas marcan su historia. Recientemente, El Mostrador ha desvelado cómo Marcela Cubillos, quien se postula a la alcaldía de Las Condes, ha estado recibiendo pagos multimillonarios por parte de la Universidad San Sebastián. Un hecho que provoca indignación entre quienes buscan justicia en el sistema educativo.

Estos pagos exorbitantes se han disfrazado de "asesorías académicas", aunque su participación se limita a solo 22 horas semanales, lo que ha llevado a cuestionar la ética detrás de estos contratos.

Es fundamental subrayar que este caso no se limita a un simple intercambio entre privados; es un claro reflejo de cómo los intereses personales pueden prevalecer sobre el bienestar colectivo. El destino de los alumnos de la Universidad San Sebastián, quienes deberían ser los verdaderos beneficiarios de estos fondos, queda en la balanza.

Un sombrío recordatorio es el cierre de la Universidad Iberoamericana en 2017, que dejó a más de 3,000 estudiantes en el limbo, muchos de los cuales ya habían experimentado la angustia de la quiebra de la Universidad del Mar, otra institución privada que enfrentó problemas similares. El impacto humano de estos cierres es devastador, con estudiantes enfrentando un futuro incierto después de haber invertido años de esfuerzo.

Mientras tanto, el Ministerio de Educación, dirigido por Cubillos, ofreció soluciones inadecuadas, como la reubicación en universidades privadas, sin ninguna garantía de calidad. Esta propuesta fue rechazada de plano por los estudiantes, quienes conocen bien la peligrosidad de enfrentar nuevamente un sistema educativo que antepone el lucro sobre la formación profesional.

Ante esta adversidad, la Federación de Estudiantes de la Universidad Iberoamericana tomó la rienda y buscó una solución. Tentaron una negociación con la Universidad de Santiago de Chile (USACH), la cual finalmente accedió a acoger a los estudiantes. Este acuerdo, histórico y sin precedentes, demuestra que las universidades públicas pueden y deben apoyar a las privadas en crisis, priorizando siempre el bienestar de los estudiantes.

Este episodio destaca dos perspectivas contrastantes de un mismo fenómeno. Una exministra que parece haber utilizado su cargo para enriquecerse, en lugar de velar por el acceso a una educación de calidad; y una universidad estatal que, pese a sus limitaciones, asumió el deber moral de ayudar a una comunidad que fue desamparada por el gobierno.

La educación es un derecho humano fundamental. Sin embargo, en la medida que quienes ostentan el poder ven en ella una oportunidad para su enriquecimiento personal, son los estudiantes quienes sufren las consecuencias. Muchos chilenos esperan que la educación sea una vía de desarrollo y movilidad social, pero se sienten traicionados cuando el lucro domina sobre la responsabilidad ética.

El caso de Marcela Cubillos no es un hecho aislado; es un reflejo de un sistema que necesita urgentemente una revisión profunda. Mientras unos pocos se benefician de sueldos millonarios sin realizar funciones académicas reales, miles de jóvenes continúan siendo víctimas de un sistema que los margina y limita sus oportunidades profesionales.

El testimonio de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana y de la Universidad del Mar es solo la punta del iceberg. Representa a cada persona que, con esfuerzo y sacrificio, busca construir un futuro mejor mientras enfrenta la invisibilidad generada por una élite que decide en función de sus propios intereses y no del bien común.

El desafío que enfrenta la educación en Chile trasciende lo técnico o administrativo; es un reto ético de primer orden. La historia ha demostrado que la educación pública juega un papel crucial, no solo en la formación de profesionales competentes, sino también en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y democrática.

En conclusión, necesitamos repensar radicalmente nuestra aproximación a la educación en Chile. Las voces de los estudiantes no deben ser ignoradas y es imperativo que se adopten medidas que aseguren un futuro educativo que priorice el aprendizaje desinteresado frente a la búsqueda de lucro. ¿Estamos listos para hacer frente a este gran desafío?