
Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología: "Vivimos en un estado de pánico social a la violencia"
2025-04-01
Autor: Manuel
Antonio Andrés Pueyo es un destacado catedrático de Psicología de la Violencia en la Universitat de Barcelona (UB) y uno de los expertos más reconocidos en España en esta materia. En un contexto donde los medios y la política se centran cada vez más en la delincuencia y la seguridad, Pueyo alerta sobre el aumento de la conciencia respecto a los crímenes, lo que está creando 'un estado de pánico moral o social frente a la violencia'. Este fenómeno puede conducir a soluciones de carácter populista y punitivo.
Aunque la tasa de delitos en Barcelona ha disminuido, la percepción de inseguridad ha crecido notablemente. Este fenómeno es recurrent a lo largo de la historia, donde la preocupación por la violencia fluctúa. A menudo, ciertos actos de violencia, a los que los medios dan gran cobertura, generan un estado de alarma y un deseo colectivo de mejorar la situación, creando así un ciclo de pánico.
La actual ola de preocupación podría ser más intensa que en el pasado, influenciada por la creciente toma de conciencia y la voluntad política de abordar problemas como la violencia de género. Las campañas de sensibilización, las cámaras en las calles y la cobertura mediática contribuyen a generalizar la idea de que la violencia es urgente y omnipresente.
Sin embargo, Pueyo señala que, a pesar de que el miedo ha eclipsado la conciencia, hay un aspecto positivo en la mayor conciencia sobre la violencia de género y los efectos del abuso en la sociedad, aunque el temor ha aumentado. Esto también se refleja en la percepción individual de la seguridad, donde los espacios más íntimos, como el hogar, comienzan a verse como potenciales lugares de peligro.
Las consecuencias del pánico social pueden ser muy negativas. En épocas de crisis, como la pandemia, el miedo puede generar grupos que niegan la gravedad de la situación, creando una especie de guerra entre la comunidad que demanda soluciones y aquellos que consideran que se está manipulando la verdad.
Combatir este miedo es complicado, porque el equilibrio entre conciencia y pánico es inestable. Abundar en castigos y soluciones punitivas, en lugar de abordar la raíz de la violencia y la delincuencia, es un problema. La introducción de penas más severas, como la prisión permanente revisable, ha reforzado la idea de que el endurecimiento de las penas es la respuesta adecuada ante la violencia, cuando en realidad podría haber métodos más eficaces y menos dañinos para abordar estos problemas.
En medio de este contexto, los medios de comunicación tienen un papel crucial. Aunque vivimos en una de las épocas menos violentas de la historia, la cobertura mediática se centra desproporcionadamente en los incidentes violentos, lo que alimenta la sensación de inseguridad. La saturación de noticias sobre violencia crea una percepción distorsionada de la realidad, exacerbada por las redes sociales.
Los casos de criminalidad son cada vez más visibles, pero no siempre reflejan un aumento real. Históricamente, fenómenos delictivos cambian con el tiempo y las tendencias actuales podrían no ser comparables con las del pasado. En la actualidad, la capacidad de informar acerca de delitos ha aumentado, y aunque puede parecer que la criminalidad crece, en realidad, podemos estar más conscientes de la misma debido a la mayor cantidad de denuncias.
Sin embargo, el cibercrimen ha cambiado el panorama criminal actual. Las nuevas tecnologías permiten que personas ajenas al país cometan delitos sin ser localizadas, agregando una nueva capa de complejidad al cumplimiento de la ley. La relación entre la percepción de violencia y la realidad es compleja, y aunque se esforzaron en aumentar la policía en las calles, esto a menudo resulta en la incriminación de más individuos sin abordar las causas fundamentales de la delincuencia.
Una solución efectiva requeriría atención hacia la prevención secundaria, donde el objetivo es detectar comportamientos de riesgo antes de que se traduzcan en delitos. Esto implica un enfoque más proactivo en lugar de reactivo, apoyando una intervención temprana antes de que una persona se convierta en un delincuente. La responsabilidad de este enfoque recae no solo en las instituciones educativas, sino también en la familia y la sociedad en general.
En conclusión, la violencia es un fenómeno complejo que no siempre se traduce en un incremento real del delito. La falta de comprensión sobre esta dinámica a menudo lleva a respuestas inadecuadas que refuerzan el ciclo de pánico social. Mientras la sociedad busca soluciones, se debe priorizar la educación y la intervención proactiva para abordar las raíces del comportamiento violento, en lugar de depender únicamente de castigos que rara vez abordan el problema de manera efectiva.