Tecnología

¡Cuidado! La lluvia de metales provenientes de satélites podría cambiar nuestro cielo para siempre

2024-10-11

Autor: Francisco

En la actualidad, más de 6400 satélites Starlink orbitan la Tierra, lo que representa una parte significativa de los 9900 satélites activos en todas las órbitas. La tendencia es que esta proporción siga aumentando, impulsada no solo por la continua expansión de SpaceX, sino también por otros proyectos de megaconstelaciones que están en marcha, como Kuiper y Guowang. De hecho, este año, la megaconstelación china Qianfen ha comenzado su despliegue, lo que añade más complejidad a esta situación.

Hemos hablado en diversas ocasiones sobre los efectos que esta avalancha de satélites tiene sobre la basura espacial, la astronomía tanto aficionada como profesional, y el impacto visual en nuestro cielo, que debería considerarse patrimonio de todos. A diferencia de la contaminación lumínica, que podemos intentar evitar, la 'contaminación satelital' es un fenómeno del que es casi imposible escapar. Sorprendentemente, aún no existe un marco legal internacional que regule las megaconstelaciones, lo que nos deja a merced de la buena voluntad de empresas y magnates como Elon Musk para solucionar estos problemas.

Aunque SpaceX ha tomado medidas para mitigar la contaminación lumínica y ha establecido acuerdos con varias organizaciones astronómicas, sigue faltando normativas globales que obliguen a todas las entidades a colaborar. A medida que los satélites Starlink y otros comienzan a finalizar su vida útil, la reentrada de estos cuerpos en la atmósfera se está convirtiendo en un suceso común. Este cambio podría tener repercusiones que van mucho más allá de lo que imaginamos.

Pero, ¿por qué debería preocuparnos esto? Lo alarmante es que aún no sabemos cuál será el impacto de la deposición de toneladas de metales y plásticos que provienen de estos satélites. SpaceX asegura que los Starlink están diseñados para desintegrarse casi por completo al entrar en la atmósfera, lo cual, aunque reduce el riesgo de daños en la superficie terrestre, plantea nuevos desafíos. La American Astronomical Society (AAS) ha hecho cálculos que nos dejan inquietos. Mientras que anteriormente la reentrada de satélites era un fenómeno raro, ahora, con el potencial de tener hasta 42 000 satélites Starlink en órbita, podríamos estar hablando de 23 reentradas diarias.

Si asumimos que cada satélite tiene una masa aproximada de una tonelada, eso implicaría que cada año se vaporizarían más de 8000 toneladas de satélites en nuestra atmósfera. Aunque podría parecer un problema menor, la realidad es que caen 23 satélites al día, lo que significa que la cantidad de aluminio depositada en la atmósfera sería el doble de lo que aportan los meteoros en un tiempo similar. Para otros metales esenciales en la fabricación de baterías, como el litio, ¡la diferencia podría ser aún más alarmante! Se estima que los satélites podrían liberar 100 veces más litio que los meteoros, alterando la composición de la atmósfera y dificultando aún más las observaciones astronómicas.

La lluvia de metales también podría tener efectos nocivos sobre la capa de ozono. La entrada de satélites genera óxidos de nitrógeno, que son perjudiciales para la capa de ozono. Sorprendentemente, un solo Starlink de 250 kg podría liberar hasta 30 kg de nanopartículas de óxidos de aluminio, que pueden permanecer en la atmósfera durante décadas. En 2022, se estima que los satélites que reentraron dejaron en la atmósfera 17 toneladas de óxidos de aluminio, superando en un 30% la deposición natural por meteoros. Si esta tendencia continúa, podríamos ver cifras cercanas a 400 toneladas de óxidos al año, un incremento del 640% respecto a la deposición natural.

Nadie puede predecir con certeza las consecuencias de esta contaminación satelital en la atmósfera. Como con otros problemas derivados de la proliferación de satélites, lo más sensato sería comenzar a realizar estudios que nos ayuden a evaluar su impacto de manera seria y rigurosa. Aunque algunos organismos ya están alertando sobre esta cuestión, el interés para realizar tales estudios parece bastante escaso.

No esperemos a que sea demasiado tarde para enfrentar esta nueva realidad: ¡es hora de actuar y poner en marcha investigaciones que puedan salvaguardar nuestro cielo y ambiente!