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Experiencia Asombrosa en 'The Seven Streams of The River Ota' de Robert Lepage

2024-11-17

Autor: Marta

Ayer, el Festival de Otoño trajo a Madrid una joya teatral: 'The Seven Streams of the River Ota' (Los siete arroyos del río Ota), una obra que dura nada menos que siete horas y que ha sido considerada fundamental en la carrera del aclamado director canadiense Robert Lepage. Este espectáculo, que hizo su debut en 1994 y fue remontado en 2020 para conmemorar los 75 años de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, finalmente llegó a los escenarios españoles.

Afrontar siete horas de una obra teatral puede parecer desalentador, pero la brillantez de la narrativa escénica de Lepage y el despliegue de diversos lenguajes artísticos capturan la atención del público de principio a fin. A lo largo de los años, Lepage ha sido conocido por sus producciones extensas, diseñadas principalmente para festivales, ya que rara vez podrían encajar en las tradicionales programaciones teatrales. Esta elección no es casual; el directo busca una conexión profunda con la audiencia, desafiándola a reflexionar y a comprometarse emocionalmente.

Desde su primera visita a Madrid con 'Elsinore' en 1997, una versión innovadora de 'Hamlet', hasta su más reciente autobiografía '887', el Festival de Otoño ha sido un vehículo habitual para las complejas obras de Lepage. Sin embargo, a pesar de su ambición y creatividad, 'The Seven Streams...' presenta algunos episodios que carecen de la cohesión deseada, dando como resultado una narrativa inconsistente en ciertos momentos.

La escenografía, diseñada por su colaborador habitual Carl Fillion, es pura magia. Lejos de ser un simple fondo, el escenario se transforma en múltiples espacios, evocando desde un bar hasta una biblioteca, a través de puertas corredizas que revelan la riqueza de los relatos y situaciones. Se trata de un dispositivo escenográfico que realza el lenguaje visual casi cinematográfico que Lepage ha popularizado.

Estructurada en siete capítulos, la obra retrata fragmentos de la vida de varios personajes cuyas historias están interconectadas por el trauma de Hiroshima. Un inicio potente nos presenta a un militar estadounidense que, en su misión de documentar los estragos tras la explosión, se encuentra con una mujer con el rostro desfigurado y su hija ciega, lo que abre un emotivo diálogo sobre la memoria y el sufrimiento humano.

La obra no se ciñe a un orden cronológico estricto, saltando entre diferentes épocas y tragedias, desde el Holocausto hasta la crisis del SIDA en los años 80. Este enfoque crea un mosaico de experiencias humanas, presentando momentos de comedia, como una hilarante escena hippie, que contrastan con angustiosos episodios de pérdida y dolor, reflejando la capacidad del ser humano para encontrar la trivialidad incluso en medio de la tragedia.

El uso de diversos idiomas, que incluyen inglés, francés, alemán y japonés, enriquece aún más la representación, mientras que la estética japonesa es un hilo conductor a lo largo de la obra. Un kimono dorado aparece repetidamente, simbolizando un Japón en ruinas, y las influencias de la danza butoh mezcladas con la percusión japonesa en vivo diseñada por Tetsuya Kudaka crean una atmósfera ritual y profundamente inmersiva.

Lepage se interesa menos en el desarrollo psicológico de los personajes y más en las situaciones que estos enfrentan, utilizando un ingenioso uso de la elipsis que permite transiciones fluidas entre escenas, manteniendo siempre un ritmo ágil y cautivador.

Uno de los momentos más memorables se desarrolla en un edificio de apartamentos en Nueva York, donde un grupo de artistas viven en condiciones peculiares, lo que añade un toque de humor y refleja la vida bohemia de la época.

Con su estilo único y provocador, Robert Lepage nos invita a explorar los recovecos de la tragedia humana, dándonos una obra que, aunque desafiante, es un verdadero espectáculo de arte y reflexión.