Moverse por el mundo sin olfato: ¿Qué se siente perder uno de los sentidos más primordiales?
2024-11-26
Autor: María
Silvia Anguera Roldán, una mujer barcelonesa de 46 años, comparte su peculiar experiencia al vivir sin la capacidad de olfatear. Desde su nacimiento, ha sufrida de anosmia, el trastorno que le impide percibir olores. "Me gustaría poder sentir el aroma de los bebés, la hierba recién mojada o incluso la gasolina”, anhela. Recuerda cómo, de niña, descubrió su condición. "Era gracioso ir de viaje con mi familia. Pasábamos cerca de una granja y todos se quejaban del mal olor a estiércol, mientras yo no sentía nada." Las cifras indican que entre el 3% y el 10% de la población mundial enfrenta algún tipo de trastorno olfativo, y la anosmia puede tener diversas causas, desde traumatismos hasta infecciones virales, como la COVID-19.
La complejidad del sentido del olfato radica en la conexión entre las neuronas y el sistema nervioso central. Jesús Porta Etessam, presidente de la Sociedad Española de Neurología, explica que el daño a esta conexión puede ser sintoma de patologías más graves. Además, el olfato está estrechamente ligado a nuestra calidad de vida. Por ejemplo, Carolina Ortega Criado, de 50 años, perdió el olfato de manera repentina hace 20 años, coincidiendo con el nacimiento de su primer hijo. Desde entonces, ha tenido que adaptarse a esta nueva realidad, recordando la tristeza que siente al no poder oler a sus propios hijos.
El impacto de la anosmia va más allá de la simple falta de olores; afecta diversas dimensiones de la vida cotidiana. Karen Vásquez Pinochet, especialista en alteraciones del olfato, menciona que la ausencia de este sentido puede disminuir la esperanza de vida y afectar la salud mental. Problemas como la pérdida de interés en la comida o incluso accidentes en el hogar son situaciones comunes para aquellos que padecen este trastorno.
A pesar de ser un tema menos investigado en comparación con otros sentidos, hay esperanza. Durante la pandemia, el diagnóstico y el tratamiento de la anosmia se convirtieron en una prioridad, ya que muchas personas comenzaron a experimentar pérdida del olfato tras infectarse con el virus. Dolores de la Cruz, una pedagoga jubilada de 71 años, es parte de esta estadística. Después de dos contagios de COVID-19, no logró recuperar su olfato ni su gusto, afectando su pasión por la cocina y la gastronomía.
Si bien no existe una solución universal, la rehabilitación olfativa ofrece un rayo de esperanza. Este tratamiento requiere que las personas se expongan a diferentes olores en un entorno controlado durante un periodo de 12 semanas. Si bien es un proceso lento y no garantiza resultados, muchos pacientes han comenzado a reportar mejoras significativas en su percepción olfativa.
La juventud y la vitalidad de nuestras células olfativas tienden a deteriorarse con la edad. Se estima que entre el 20% y el 30% de las personas mayores de 65 años sufren pérdida de olfato. Este porcentaje puede aumentar hasta un impactante 75% en aquellos mayores de 80 años. Además de la anosmia, existen trastornos olfativos como la cacosmia, que confunde olores agradables con desagradables, y la parosmia, donde los olores se perciben distorsionados. Es increíble cómo, a pesar de ser uno de nuestros sentidos más antiguos, aún queda mucho por descubrir sobre su funcionamiento y su influencia en nuestra vida diaria. La historia de Silvia y Carolina nos recuerda la importancia de los sentidos en nuestro bienestar, y cómo la falta de uno puede alterar nuestra calidad de vida de maneras que a menudo no imaginamos.