La reciente doble comparecencia de Teresa Ribera ha dejado claro el impacto de su gestión durante la crisis de la DANA, y la implicación activa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en respaldar a Ribera como candidata a vicepresidenta de la Comisión Europea.

La sorpresa ha sido el rechazo inicial del grupo S&D al nombrar a Rafaelle Fitto como vicepresidente, quien fue catalogado como un representante de la "ultraderecha". Sin embargo, lo que comenzó como un intento de mantener el cordón sanitario alrededor de la ultraderecha ha terminado en negociaciones y una notable aceptación de su nombramiento por parte de este grupo. Este cambio de postura ha generado una sensación de inquietud en el PSOE, que teme perder la vicepresidencia.

El presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, ha jugado un papel crucial en todo este proceso. Después de convencer a Manfred Weber, líder del PPE, de bloquear el decreto de Ribera, ha conseguido desviar la atención de la gestión de Carlos Mazón y recibir apoyo tanto en privado como en público de Weber. Esto pone a Ribera frente al deseo de aclarar su papel en la gestión de la crisis en España antes de que se confirme su nuevo puesto en Europa.

Pese a las victorias aparentes de Sánchez al obtener un sitio clave para Ribera, desde la perspectiva de Feijóo, los avances son contundentes. No obstante, algunos críticos en Bruselas consideran la estrategia de Feijóo a corto plazo, aludiendo que podría ser un simple retraso y que, finalmente, Ribera será nombrada vicepresidenta. Este cuestionamiento de la eficacia de Feijóo añade tensión al panorama político.

A medida que los eventos se desarrollan en Bruselas, la narrativa se torna más compleja. La presión sobre Ribera no solo proviene de sus responsabilidades ministeriales, sino que el PPE ha exigido un compromiso adicional: si se encuentra implicada en la crisis, deberá dimitir. Aunque esta exigencia fue incluida como un anexo y no en el documento conjunto, abre la puerta a ataques futuros durante la legislatura.

Es fascinante observar que el verdadero beneficiario de toda esta contienda parece ser Manfred Weber, cuya influencia ha crecido tras este conflicto político. Su capacidad para orquestar estos acontecimientos muestra la potencia del PPE con sus 188 eurodiputados, lo que ha dejado a la líder del S&D, Iratxe García, en una situación comprometida. Asimismo, ha revivido viejos rencores, recordando la feroz lucha que tuvo con Sánchez en el Parlamento Europeo, donde muchos coinciden que Weber salió vencedor.

Finalmente, este choque ha demostrado que la política europea es un juego de estrategias en el que cada movimiento cuenta y que tanto Sánchez como Feijóo han tenido que adaptarse a las circunstancias cambiantes de un escenario político cada vez más complicado.