En la mañana del pasado domingo, un estallido de aplausos marcó el anuncio del presidente de la COP29, Mukhtar Babayev, quien declaró que se había logrado un acuerdo crucial para que los países más ricos apoyen económicamente a los países en desarrollo en su lucha contra el cambio climático.

Sin embargo, este momento de celebración escondía un trasfondo de tensiones. Las negociaciones habían estado al borde del colapso cuando los representantes de los países en desarrollo, desilusionados, abandonaron la mesa de discusión el sábado, lo que llevó a una suspensión temporal de las conversaciones.

Al poco tiempo, un delegado indio calificó de "miserable" la cifra de 300.000 millones de dólares que se ofreció, coincidiendo con la frustración de muchos presentes en las negociaciones. Los países en desarrollo solicitaron un monto mucho más amplio: ¡1,3 billones de dólares!

Ani Dasgupta, Presidenta y Directora General del Instituto de Recursos Mundiales, reconoció la importancia de la cifra alcanzada, pero también advirtió que las naciones más pobres y vulnerables tenían motivos legítimos para sentirse decepcionadas porque los países más ricos no habían contribuido con más recursos cuando se trata de la vida de miles de millones de personas.

La atención ahora se centra en cómo se implementará el acuerdo final de la COP29 y de qué manera otras partes interesadas pueden ayudar a cerrar la brecha en la financiación necesaria para combatir el cambio climático.

¿Quién puede ayudar a llenar el vacío financiero en la lucha contra el cambio climático?

El texto de la COP29 incluyó una posibilidad de colaboración, pidiendo a todas las partes que utilicen "todas las fuentes públicas y privadas" para alcanzar la ambiciosa meta de 1,3 billones de dólares. Este llamado está claramente dirigido a bancos y al sector privado, que cuentan con inmensos recursos que pueden ser clave para colmar la brecha de financiamiento que los gobiernos no pueden cubrir por sí solos.

Se espera que los bancos multilaterales sean fundamentales, ya que están respaldados por los gobiernos y se financian con dinero de los contribuyentes. Actualmente, son la mayor fuente de financiación climática para el mundo en desarrollo. Instituciones como el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo han mostrado un aumento significativo en su ayuda para el desarrollo, logrando triplicar la financiación climática entre 2013 y 2022.

No obstante, el papel de los bancos de desarrollo será crucial si se aspira a alcanzar los objetivos de financiación climática futuros. El año pasado, estos bancos aportaron la impresionante suma de 47.000 millones de dólares, pero necesitarán un impulso adicional para cumplir con las nuevas metas establecidas.

También llama la atención el rol que deben desempeñar los inversores privados. En 2022, solo contribuyeron con 22.000 millones de dólares, frente a los 41.000 millones provenientes de gobiernos extranjeros. La llamada a las "fuentes privadas" en el texto de la COP29 indica que se requerirá un esfuerzo conjunto para desencadenar inversiones más agresivas y efectivas.

¿A dónde irá este dinero?

El acuerdo de la COP29 sustituye al compromiso de hace 15 años, que exigía a los países ricos aportar 100.000 millones de dólares anuales en financiación climática para los países en desarrollo. La nueva meta tiene objetivos similares, pero busca ayudar a los países más vulnerables a adaptarse a las condiciones climáticas extremas y a mitigar el calentamiento global. Esto incluirá financiación para la transición de combustibles fósiles hacia energías limpias y la construcción de infraestructuras para tecnologías renovables como la energía eólica y solar, que son esenciales para un futuro sostenible.

En conclusión, mientras el acuerdo genera expectativas, la implementación real y la movilización de fondos sustanciales serán el verdadero desafío en la lucha contra el cambio climático, un reto que no solo compromete a los países, sino también a la humanidad en su conjunto.