¡Un billón de dólares al año para salvar el planeta! Bakú busca desbloquear los fondos climáticos más ambiciosos de la historia
2024-11-17
Autor: Carmen
En Bakú, capital de Azerbaiyán, el debate gira en torno a dos temas prioritarios: el dinero y las ensaladas. Aunque parezca curioso, ambos conceptos están íntimamente ligados al objetivo central de la cumbre climática de este año: establecer el compromiso de financiación climática más ambicioso que se haya propuesto en estas reuniones internacionales. Después de una semana de negociaciones sin resultados concretos, persisten cuatro preguntas clave: ¿cuánto dinero realmente se necesita para proteger nuestro planeta y sus habitantes del cambio climático? ¿Y quién, cómo y cuándo se movilizarán estos fondos? Se habla de una necesidad de al menos un billón (con b) de dólares anuales, estructurados de manera eficiente, similar a una cebolla o un aguacate, para abordar esta crisis global.
Bakú se encuentra en la fase final de la cumbre con negociaciones todavía estancadas y más incertidumbres que certezas. La premisa fundamental de estas discusiones es que, para enfrentar la crisis climática, se requiere una inversión sustancial. Esto incluye acelerar la transición energética y dejar atrás los combustibles fósiles que contribuyen al caos climático, así como implementar medidas de adaptación que ayuden a mitigar los daños causados por fenómenos como lluvias torrenciales, inundaciones y sequías prolongadas. Un reciente estudio encabezado por el economista Nicholas Stern advierte que el mundo debe movilizar enormes sumas antes de 2030 para limitar el impacto del cambio climático en todas las regiones.
El compromiso anterior de los países desarrollados, de dedicar 100.000 millones de dólares anuales a ayudar a los países en desarrollo, ha resultado ser insuficiente. La mayoría de estos fondos prometidos nunca se han materializado en la práctica. Un nuevo informe publicado en el contexto de la cumbre de Bakú subraya que, como mínimo, se requerirán al menos un billón de dólares anuales hasta el final de esta década para que los países en desarrollo puedan hacer frente a los efectos del cambio climático.
Pero no se trata solo de ayudar a los países del sur global; los países desarrollados también necesitan desbloquear al menos 2 billones de dólares adicionales cada año para financiar su propia descarbonización y las medidas necesarias para enfrentar el aumento de las temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos. Según los expertos, una parte de esta financiación provendría de los gobiernos, pero otra porción significativa debería venir de inversiones del sector privado. Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, enfatizó que estas inversiones no son actos de caridad, sino una cuestión de supervivencia colectiva. Ninguna nación es inmune a las consecuencias de la crisis climática.
El debate se intensifica, especialmente entre los países desarrollados, donde surgen voces que piden incluir a economías como China, Rusia, India y los estados petroleros de Oriente Medio en la lista de donantes. Esto se vuelve especialmente relevante en el contexto político actual, donde se teme que cambios en la administración estadounidense puedan llevar a la retirada de compromisos internacionales. Además, cada vez existe una mayor presión para implicar al sector privado, con miras a movilizar más fondos rápidamente.
Con la cumbre acercándose a su cierre y las discusiones aún bloqueadas, algunos sugieren alternativas innovadoras para incrementar la financiación climática. Guterres propuso la creación de impuestos específicos para el transporte aéreo y marítimo, así como impuestos a las grandes fortunas y a la producción de plásticos. Se estima que un impuesto sobre la extracción de combustibles fósiles podría generar hasta 720.000 millones de dólares anuales.
La estructura de estos fondos climáticos también está en debate. Algunos países abogan por un modelo en capas, cual cebolla, que mezcle financiación pública y privada, mientras que otros prefieren un modelo de aguacate, donde la base fuerte sea la financiación pública rodeada de contribuciones privadas más flexibles. Sin embargo, expertos advierten sobre la necesidad de revisar los detalles de estos acuerdos para evitar que los fondos destinados al sur global se otorguen en forma de créditos, lo que podría agravar aún más la deuda de estos países en desarrollo ya vulnerables. Bakú tiene menos de una semana para dar forma a esta crucial mezcla de financiación necesaria para salvar el futuro del planeta.