En una de las salas hospitalarias de Solca-Manabí, Janet Zambrano se encuentra en una situación desesperante. Hoy está recibiendo su última quimioterapia para combatir un agresivo cáncer de útero, una batalla que ha enfrentado con valentía. Mientras se recuesta en un sillón, varias vías están conectadas a su brazo, recordándole las prolongadas horas de tratamiento y sufrimiento.

Sin embargo, su mayor preocupación no es solo su salud, sino la promesa incumplida del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Los jueces ordenan a los pacientes que compren los medicamentos necesarios, asegurando que el IESS les devolverá el dinero en un plazo de 8 días. Pero Janet, al igual que muchos otros, vive la cruda realidad de que ese reembolso nunca llega.

Esta situación se ha convertido en un verdadero calvario para miles de pacientes oncológicos en el país, que no solo luchan contra la enfermedad, sino también contra la burocracia y la falta de respuestas del sistema de salud público. Las familias, muchas veces al borde de la desesperación, deben hacer malabares económicos para costear tratamientos que deberían ser accesibles y garantizados por el Estado.