
¿Redefinir la obesidad?: Un enfoque inclusivo y ético en la salud
2025-03-17
Autor: Carlos
La reconocida revista científica The Lancet ha dado un paso importante al publicar una nueva guía que busca abordar la obesidad desde una perspectiva más ética y científica. En este análisis, se discuten la justicia social y el estigma relacionado con el peso, temas que son de gran relevancia hoy en día. Sin embargo, surge la pregunta: ¿es este enfoque verdaderamente innovador o meramente una reforma superficial?
Para entender el contexto, debemos considerar cómo la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la obesidad como “una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”. Sin embargo, esta definición menciona solo el riesgo de desarrollar enfermedades, omitiendo los síntomas y daños reales que la enfermedad puede causar. Esto implica que la obesidad es vista más como un factor de riesgo que como una afección médica en sí misma, lo que podría influir en los intereses de las industrias farmacéuticas relacionadas con la pérdida de peso.
La actual clasificación internacional de la obesidad sigue la propuesta de la OMS, basada en el Índice de Masa Corporal (IMC). Según esta, cualquier persona con un IMC de 30 kg/m² o más es considerada obesa, sin embargo, este índice ha sido objeto de críticas. Se desarrolló en 1839, se centró inicialmente en hombres blancos y no considera factores clave como sexo, edad, o raza, lo que lo convierte en un indicador desactualizado y limitar los tipos de cuerpos a un estándar de 'salud'.
Investigaciones clínicas han demostrado que el IMC no es un buen reflejo de la salud. Casi el 50% de las personas clasificadas como obesas según el IMC pueden ser metabólicamente saludables, mientras que un 30% de quienes son considerados de peso normal pueden tener problemas de salud serios. Además, el IMC es insuficiente ya que no contempla el aumento de peso que podría ser resultado de condiciones médicas como el síndrome de Cushing o hipotiroidismo, ignorando así la historia personal de cada individuo.
Ante esta problemática, ¿qué propone The Lancet? La publicación establece dos nuevas categorías: 1. Obesidad preclínica: exceso de grasa sin efectos adversos aparentes, pero con riesgos potenciales. 2. Obesidad clínica: una condición que afecta órganos y funciones, derivada del exceso de tejido adiposo.
Aunque esta nueva definición de “preclínica” identifica un factor de riesgo para enfermedades, no afirma que necesariamente se desarrollarán, lo cual no resuelve el estigma que rodea a la palabra obesidad ni patologiza a personas que, a pesar de tener cuerpos más grandes, son completamente saludables.
A pesar de poner el foco en el estigma del peso, The Lancet sigue manteniendo un enfoque pesocentrista en salud. Adicionalmente, se revelan conflictos de interés, ya que algunos de los investigadores tienen vínculos con grandes farmacéuticas como Novo Nordisk y Eli Lilly. La guía propone tratamientos medicalizados con semaglutida, lo que plantea preocupaciones sobre los ciclos de aumento y pérdida de peso, así como los efectos secundarios a largo plazo de estos medicamentos.
Los ciclos de peso son peligrosos para la salud, incrementando el estrés metabólico y emocional, aumentando la mortalidad prematura, y multiplicando el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes. Para avanzar, es crucial adoptar un enfoque de salud en todas las tallas (HAES, por sus siglas en inglés) que no discrimine ni asocie la enfermedad solo al tamaño corporal.
Asimismo, es fundamental brindar educación nutricional accesible y priorizar la nutrición en la salud pública, apoyando un enfoque preventivo frente a uno meramente intervencionista. Una mayor atención en la prevención podría reducir la necesidad de tratamientos farmacológicos innecesarios.
La creciente tasa de trastornos de la conducta alimentaria también exige atención urgente. La OMS parece enfocarse únicamente en las cifras de obesidad, mientras que estas afecciones son cada vez más comunes en personas más jóvenes, incluso antes de los 12 años.
Por último, no podemos olvidar la importancia de implementar políticas que garanticen el acceso a alimentación sana para todos. Si no, corremos el riesgo de que una buena alimentación se convierta en un lujo reservado para unos pocos. Las condiciones sociales y económicas influyen directamente en la salud; por lo tanto, es vital desarrollar políticas de salud pública que protejan a los sectores más desfavorecidos.
El enfoque pesocentrista, especialmente en el ámbito sanitario, necesita ser revisado. De lo contrario, continuaremos sobrediagnosticando enfermedades basándonos únicamente en el peso corporal, mientras que se ignoran otras condiciones de salud importantes.