Los multimillonarios del mundo están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en el rubro de la extensión de la vida, una rama de la ciencia que busca el elixir de la juventud reduciendo el envejecimiento y, en otras palabras, desafiando a la muerte. Pero, ¿a qué precio? A medida que estas tecnologías avanzan, surge el temor de que solo los más ricos consiganló y que, por ende, se creen 'zombis privilegiados'.

Recientemente, el New York Post entrevistó a Phil Cleary, empresario y fundador de SmartWater, quien externó sus preocupaciones sobre este nuevo fenómeno. Cleary destacó: 'A la velocidad de los avances tecnológicos, no es descabellado pensar que pronto existan tratamientos antienvejecimiento inalcanzables para la mayoría de la población. Esto podría crear una sociedad fracturada, donde solo los ricos puedan vivir más y mejor'.

La crítica hacia Silicon Valley no se hizo esperar. Cleary afirmó que la obsesión por encontrar la fuente de la juventud es un capricho egoísta que ignora las necesidades de millones. 'Es una locura que estos individuos sigan actuando como si fueran dioses, mientras ignoran las injusticias que sufren los más vulnerables de este planeta', argumentó.

Además, propuso que en lugar de tratar de extender las vidas de unos pocos privilegiados, sería más beneficioso destinar esos recursos a las comunidades que verdaderamente lo necesitan. 'Es fundamental asegurar un futuro para las nuevas generaciones, y no alargar la existencia de aquellos que ya han tenido su oportunidad en la vida'.

Un nombre que resuena en este ámbito es Bryan Johnson, un inversionista de 47 años que parece haber cruzado la delgada línea entre la búsqueda de la salud y una obsesión poco saludable. Su afán por parecer más joven lo llevó a vender una línea de suplementos titulado 'Mezcla de Longevidad' y, en un intento por mejorar su apariencia, se inyectó grasa de otra persona en la cara, lo que resultó en una reacción alérgica. Ironías de la vida: ¿esto realmente significa una nueva era de longevidad?

Varios multimillonarios están destilando millones en esta carrera por la eterna juventud. Sin embargo, no se puede pasar por alto que si estos descubrimientos quedan en manos de unos pocos, corremos el riesgo de crear una élite inmortal y perpetua, excluyendo al resto de la humanidad de los beneficios que deberían ser universales. El futuro de nuestra sociedad podría depender de cómo se maneje esta tecnología en la próxima década. La pregunta es: ¿estamos realmente listos para vivir juntos en un mundo donde algunos pueden permitirse la inmortalidad y otros no?